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Gabriel
Díaz de Tudanca
Las UTIG en toda España son, hoy por hoy, el único modo de muchas personas y familias que no tienen acceso a las operaciones quirúrgicas por la vía privada. Pero en el caso de los menores, la situación se torna más complicada, ya que, hasta la mayoría de edad, es tratamiento psicológico lo único que la UTIG pone a su disposición.
"Mamá, yo quiero ser un chico y llamarme Óscar"
Es el caso de Gabriel. Tiene 16 años, pero se dio cuenta de que algo no funcionaba bien con solo tres. Marieli recuerda perfectamente el momento en que su única hija, al salir de la guardería, le dijo: “Mamá, yo quiero ser un chico y llamarme Óscar”. Pero no le quiso dar más importancia, eran tonterías de una niña de tan solo tres años. “Hoy me acuerdo hasta del sitio exacto donde me lo dijo”, dice Marieli.
Hoy, 22 abril, asisten al Registro Civil, cargados de documentos que justifican que Gabriel usa este nombre de manera oficial desde hace más de un año, acompañados con dos testigos que puedan confirmarlo y que no son familiares. Parece que todo está en orden para el cambio de nombre por uso en el DNI de Gabriel. “¿Traes dos testigos?”, le preguntan en recepción a Marieli, “Si tenéis suerte incluso os lo lleváis hecho hoy”.
Casi una hora después, salen cabizbajos del despacho que les había sido asignado. “Dicen que “Gabriel” no es un nombre neutro… Lo han buscado en la lista de nombres neutros y no está.”, dice Gabriel muy resentido. Ahora ninguno de los documentos que habían estado guardando a lo largo de los últimos años les sirve. Ni siquiera el documento oficial de la UTIG, que confirma el tratamiento que Gabriel está llevando desde hace un año. Tampoco los informes del Programa LGTB de la Comunidad de Madrid.
En el Registro Civil, les instan a que tramiten el cambio de nombre a través de la llamada Ley 3 (Ley 3/2007, de 15 de marzo, reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas), la Ley de Identidad de Género. Según esta, Gabriel tendría que esperar a llevar dos años bajo tratamiento con testosterona y solo entonces optaría al cambio de nombre en el DNI. “¡Entonces tendría que esperar a los 20!”, exclama Gabriel. En la UTIG no acceden a la hormonación hasta los 18. Toda una maraña burocrática, muy difícil de superar.
Gabriel y su madre llegaron a la UTIG hace un año. Tenían claro que no iban a luchar por los bloqueadores ya que era demasiado tarde: con 15 años ya tenía el periodo y sus pechos estaban casi desarrollados. Sin muchas otras opciones, aceptaron esperar hasta los 18 para poder empezar con el tratamiento hormonal. “Creo que cuando acepté a esperar hasta que Gabriel tuviese dieciocho, fue porque, en el fondo, todavía albergaba esperanzas de que sus ideas cambiasen” confiesa Marieli. “Hoy sé que no va a cambiar. Veo que cada día lo tiene más claro que el anterior”, añade. “Pero también veo que sufre mucho estando así, y quisiera que todo pasase más rápido”.
El centro religioso en el que estudiaba no quiso hacerse cargo de su situación y le invitó a abandonar el colegio, ofreciéndole otras opciones. Hoy en día, Gabriel estudia en un instituto en el que solo algunos profesores y el cuerpo directivo conocen y facilitan la situación real. Sus compañeros conviven con un alumno y amigo más. “Quería cambiar el DNI porque pronto nos vamos de viaje con el instituto y me asusta que, al verlo en el aeropuerto, me llamen la atención y tenga que dar explicaciones delante de mis compañeros”.
“Entendí perfectamente cuando me dijo que era lesbiana y para mí no hubo ningún problema, pero esto son muchos escalones más y me costó más digerirlo”. Marieli tuvo la suerte de contar con muchas personas que supieron comprenderla, ayudarla y redirigirla para hacerle comprender que no estaba sola y que había muchas personas pasando por la misma situación. Entre ellas Carla Antonelli, actualmente diputada en la Asamblea de Madrid que, casualmente, era su vecina. “Carla ha sido uno de los pilares fundamentales para mí en todo este proceso, sin ella me habría llevado mucho más tiempo comprender qué le estaba sucediendo a mi hijo”.
Fue a través de Carla como Marieli y Gabriel entraron en contacto con el Programa LGTB de Madrid y asímismo con Isidro García Nieto, sexólogo y trabajador social en el Programa, otro de los pilares fundamentales para Marieli. “Es importantísimo basarse en los procesos autodeterminativos. No somos nosotros los que tenemos que decidir, son los propios niños los que tienen que decirnos cómo se sienten”, afirma Isidro García, “Lo que dicen hoy las guías psicológicas es que lo recomendable es respetar su identidad y su expresión de género. Es lo único que no tiene efectos negativos contra su autoestima”, añade.
Hoy ven las cosas de distinta manera y quieren empezar cuanto antes. Con 16, según los estándares internacionales, Gabriel podría comenzar con la hormonación y ahorrarse así dos años de espera innecesaria para comenzar a ser la persona que él siente que es. Si comenzase ahora, con dieciocho y después de dos años de tratamiento hormonal, sería capaz de cambiar su DNI de manera legal y no esperar hasta los 20. Pero esto, difícilmente sucederá a través de la UTIG.
Gabriel sabe perfectamente lo que es sentirse acosado. Desde muy pequeño ha sufrido burlas e insultos en el colegio. “Se metían conmigo, con mi madre, buscaban cualquier excusa para dejarme de lado. Incluso hubo amigos que dejaron de jugar conmigo para que otros niños no los tratasen mal también a ellos”. Aunque cambió varias veces de centro, la situación se volvía a repetir hasta ser insostenible.
"Entendí perfectamente cuando me dijo que era lesbiana y para mí no hubo ningún problema, pero estos son muchos escalones más y me costó digerirlo."
Marieli, madre de Gabriel
Gabriel siempre lo supo, pero Marieli no lo sospechaba.
