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Pero al entrar en materia, al profundizar en la teoría de la probabilidad, resulta clave la importancia de ese despreciable porcentaje. Se complica así la situación, ya no es solo cara o cruz: existe la probabilidad de que la moneda caiga de canto, y debemos contar con ello para crear una imagen más real de la propia realidad.
No obstante, así es nuestra sociedad y así vivimos, enmarcados en la bilateralidad de una moneda que, cuando cae de canto, trastorna y complica nuestras vidas de un modo inimaginable hasta ese momento. Todo lo que esté fuera de nuestro sistema doble, ese método que creamos para reducirlo todo al 50/50, genera rechazo, miedo y ansiedad. Y todo, porque creyendo facilitar las cosas, no hacíamos más que deformar la realidad y cerrar los ojos ante esa probabilidad que, aunque complicada, existe y completa nuestra realidad.
i le preguntásemos a cualquier matemático sobre la posibilidad de que, al lanzar una moneda al aire, esta cayese de canto, seguramente nos diría que la probabilidad es despreciable. Es más, tan despreciable que ni siquiera la consideraría al tratar de explicar la teoría de la probabilidad en sus niveles más básicos.
Un camino por recorrer
"No es nuestra ignorancia, la naturaleza posee la probabilidad como algo intrínseco a ella".
Richard Phillips Feynman
Cada vez son más visibles los menores que manifiestan su malestar ante el género que les fue asignado al nacer.
Los tabúes se empiezan a romper y los padres intentan educar cada vez más en la comprensión y el apoyo y menos en la represión y el rechazo.
Pero en cuanto a transexualidad queda mucho camino por recorrer.
España sigue siendo, hoy en día, un país que arrastra el pudor hacia todo lo relativo a la sexualidad que se instauró en el franquismo. El desconocimiento y la falta de una educación sexual temprana generan confusión y rechazo en torno a ciertas realidades sociales que cada vez son más visibles. Hincapié importante en la palabra visibles, ya que se trata de realidades que han existido continuamente a lo largo de la historia, pero siempre escondidas, siempre segregadas.
No hace tantos años resultaba impensable que un adolescente plantease abiertamente que su condición sexual era diferente a la del resto. Y menos aún, que afirmase en voz alta que sentía que su cuerpo no se correspondía con su género, con cómo él o ella se sentía. De hecho, no es hasta el año 1990 cuando la Organización Mundial de la Salud, deja de catalogar la homosexualidad como enfermedad mental y aún hoy la transexualidad está considerada dentro del DSM V, Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Estadounidense de psiquiatría.
La información y el conocimiento rompen el miedo a afrontar esta situación. Y es que, parece ser que algunas cosas han cambiado desde hace unos años. La visión que la sociedad tiene al respecto está cambiando, sobre todo entre las nuevas generaciones, algo más acostumbradas a la visibilidad de estos colectivos. Esto, sumado a los nuevos modelos educacionales en escuelas y familias y a una mayor visibilidad en los medios de comunicación, facilita la comprensión de esta realidad.